sábado, 13 de octubre de 2012


Y entonces, entre tantos mensajes, tantos tweets y tantos comentarios en todas las redes sociales existentes del mundo, me crucé con uno de una tal Diana746 en el que sólo había una palabra, que probablemente podía decir nada o podía decir todo, un mensaje que me llegó más que ningún otro: gracias.

Gracias, decía.

Gracias por qué, me pregunté en un principio. Y estuve dándole vueltas.

Pero si no había nada más, es que quería decírmelo todo con eso. 

Entonces me di cuenta de la influencia que estaba empezando a tener, de la influencia que podía llegar a tener en la gente. De repente me dio vértigo. No me lo creía. No sabía quién era esa tal Diana, ni sé qué edad tendría. Ni quién era yo para removerle cosas a la gente. Pero me hizo ilusión leerlo, me encantó recibir algo así por la simple razón de que… con un gracias, creen que es suficiente. 

Me agradecen lo que estoy haciendo. 
Y estoy empezando a pensar que estoy causando en toda esta gente algo grande. Algo que quieren transmitirme de alguna manera pero que creen que nunca llegan a conseguir, porque no les hago caso o porque no me lo creo y es que, a veces, con poco se dice mucho. Y lo consiguen. Y lo consiguió: gracias.


Interprétese al gusto, pero pienso yo que gracias por lo que hago, por lo que provoco en ellos y por lo que les estoy haciendo vivir. Igual es un poco ego pensar todo esto de mí mismo, pero es lo que percibo de todo este fenómeno fan, que tampoco sé si es adecuado llamarlo fenómeno fan porque no es tanta gente. No soy Justin Bieber ni siquiera a la española, y me alegro, también. Porque no sólo no soy Justin Bieber, sino que tengo un público… muy reducido, muy seleccionado, diría yo, vamos, una pandilla de frikis – en el mejor sentido de la palabra, sigo sin entender por qué hay gente que se ofende con esta palabra- que les gusta lo que hago. Pero en fin. Que lo siento así porque así es como me sentía yo cuando era público. Y por eso creo entenderlos. Soy muy feliz, viendo que le llego a la gente y que me lo transmiten, y con mensajes tan simples como ese, me hacen sentir que hago algo útil en el mundo, de hecho, pienso que una de las cosas más útiles y gratificantes que se pueden hacer: hacer feliz a la gente. Y es que vuelvo a repetir, que puede sonar ego, pero es que es lo que creo, es lo que recibo, es lo que veo en esas sonrisas y en esos ojillos cada vez que firmo un disco, es lo que veo en esas fotos en las que me etiquetan, es lo que veo en cada mirada y en cada comentario. Ilusión. Felicidad. Y eso es impagable, es increíble, es genial, es algo que no se puede contar en un comentario, es algo que no se puede expresar en 140 caracteres, es algo que sólo lo podrán decir las imágenes o los vídeos, y tampoco llegarán nunca a reflejarlo del todo bien. Aunque esto esté sonando a tuit de famoso.


No sé, es que también me da rabia, que la gente piense que detrás de esto sólo hay dinero, y que todo se mueve por dinero, y que todo es comercial y mentira, y que somos actores y que detrás de las cámaras y de los conciertos somos unos bordes. Pues puede haber gente que sí, claro que la habrá. Hay de todo como en todo. Pero yo creo que soy la misma persona delante y detrás,  con los seguidores y con mi familia. No sé ser de otra manera. Y detrás de la música puede haber dinero, sí, ¡claro! ¡vivo de ella! pero hay mucho más. Como decía Picasso: no pinto para vender sino que vendo lo que pinto. La música es mucho más que dinero, de hecho, la música no debería ser dinero. Lo que mueve el mundo, lo que mueve a la gente en todo este rollo, y lo que hace feliz de verdad a toda esta gente de la que hablo, no es el dinero, es la música en sí, lo que transmite y lo que nos remueve por dentro, la gente que la vive y lo que une y... yo qué sé, es un todo difícilmente expresable, ya lo he dicho.

Y gracias, dicen.
Gracias a vosotros, por estar ahí siempre, por hacerme sentir mejor que bien cada vez que tengo una guitarra encima, por hacerme feliz, porque sin vosotros yo seguiría tocando en mi casa encerrado, porque sin vosotros no habría llegado hasta aquí, y lo más importante, porque sin vosotros no disfrutaría tantísimo. Escuchar cómo alrededor de 10.000 personas cantan juntas una letra y una música que yo he compuesto en mi casa solo con mi guitarra es lo más grande que le puede ocurrir a un músico. Y eso sí que es indescriptible. Gracias, os las doy yo. Por estar, por ser como sois y por darme la oportunidad de entrar en este mundo, que compartido con 10.000 personas es mucho mejor. Y el dinero, al menos para mí, al final, es secundario. Aunque no puedo negar que me dá de comer. Y eso es ser muy muy afortunado. 

El disfrute personal va por delante, y como ya os digo, lo que se siente encima de un escenario es algo que no se puede contar, igual que siempre fui incapaz de contar lo que se siente de público. Esto es otra cosa, muchísimo más y muy diferente, recibiendo de la gente el triple de lo que damos.

La música tiene poderes...
la música... y la ilusión. 
Mueven el mundo.  

(15.4.2011)

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